La idea metafórica que ha movido esta exposición consistía en convertir a la Casa-Museo en fotógrafo: que ella “captara” las imágenes, sus visiones, sus interiores. En definitiva, que viéramos lo que ven sus poros y descubrir lo que nos muestra. Y, de este modo, mostrar otra realidad, la “otra” casa, más allá de su historia, arte y cultura.
Acto seguido, una vez expuestas estas imágenes, nos introducirían en un juego semiótico-estético que condujera al receptor a un encuentro con la Casa-Museo Modernista y las fotos, que la casa “toma” de sus interiores, expuestas junto a su referente.
Esta concepción de la exposición facilita el entendimiento de la frase de Roland Barthes: “Una fotografía no muestra lo que se ve en ella”. He intentado producir este sentimiento de extrañeza en el receptor que, al enfrentarse a la realidad y a su representación en un mismo lugar, llega a comprender esta idea de manera consciente o incluso inconsciente. El que las fotografías se expongan junto al referente, en el espacio cercano al de la toma, produce un efecto que en las exposiciones convencionales no podemos experimentar. Esta doble presencia nos manifiesta el hecho de que una foto no es lo que vemos, sino que siempre es otra realidad.
Para tal fin, utilicé una serie de cámaras estenopeicas, que forman la imagen a través de un minúsculo agujerito, y proporcionan angulares, profundidad de foco y puntos de vista que las cámaras convencionales no pueden alcanzar. Cada cámara tiene su propia sintaxis: una forma distinta de combinar los elementos y los espacios de la toma.
Se ha buscado que, en la medida de lo posible, fueran los detalles de la casa los que sirvieran de sujeción de la cámara; por lo que, literalmente, es ella quien la sostiene y, durante más de 25 minutos, “aspira” la imagen que tiene enfrente. El fotógrafo se limita a ser su ayudante: el que carga la película y le coloca la cámara en sus “manos” y sus “ojos”. Para conseguir este efecto, buscaba superficies de la casa que sostuvieran la cámara: el suelo, los muebles, las repisas, las manivelas…
Se ha trabajado con intuición y guiándome por los caminos que las fotos que la Casa me descubría. Un hallazgo me llevaba a otro en una sucesión de nuevas sorpresas, de modo que el laberinto aumentaba y parecía infinito. Por lo tanto, lo que hoy podemos ver en esta exposición es el capítulo interrumpido en el que se ha quedado esta aventura, justo donde la interacción entre la casa y el fotógrafo se corta para dejar paso al espectador.
José Fernando Martínez
Acto seguido, una vez expuestas estas imágenes, nos introducirían en un juego semiótico-estético que condujera al receptor a un encuentro con la Casa-Museo Modernista y las fotos, que la casa “toma” de sus interiores, expuestas junto a su referente.
Esta concepción de la exposición facilita el entendimiento de la frase de Roland Barthes: “Una fotografía no muestra lo que se ve en ella”. He intentado producir este sentimiento de extrañeza en el receptor que, al enfrentarse a la realidad y a su representación en un mismo lugar, llega a comprender esta idea de manera consciente o incluso inconsciente. El que las fotografías se expongan junto al referente, en el espacio cercano al de la toma, produce un efecto que en las exposiciones convencionales no podemos experimentar. Esta doble presencia nos manifiesta el hecho de que una foto no es lo que vemos, sino que siempre es otra realidad.
Para tal fin, utilicé una serie de cámaras estenopeicas, que forman la imagen a través de un minúsculo agujerito, y proporcionan angulares, profundidad de foco y puntos de vista que las cámaras convencionales no pueden alcanzar. Cada cámara tiene su propia sintaxis: una forma distinta de combinar los elementos y los espacios de la toma.
Se ha buscado que, en la medida de lo posible, fueran los detalles de la casa los que sirvieran de sujeción de la cámara; por lo que, literalmente, es ella quien la sostiene y, durante más de 25 minutos, “aspira” la imagen que tiene enfrente. El fotógrafo se limita a ser su ayudante: el que carga la película y le coloca la cámara en sus “manos” y sus “ojos”. Para conseguir este efecto, buscaba superficies de la casa que sostuvieran la cámara: el suelo, los muebles, las repisas, las manivelas…
Se ha trabajado con intuición y guiándome por los caminos que las fotos que la Casa me descubría. Un hallazgo me llevaba a otro en una sucesión de nuevas sorpresas, de modo que el laberinto aumentaba y parecía infinito. Por lo tanto, lo que hoy podemos ver en esta exposición es el capítulo interrumpido en el que se ha quedado esta aventura, justo donde la interacción entre la casa y el fotógrafo se corta para dejar paso al espectador.
José Fernando Martínez
Calle Mayor 24 - Novelda -Alicante
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