lunes, 8 de noviembre de 2010

Santiago Morilla



“Los límites del paisaje”

Inauguración, jueves 11 de Noviembre a partir de las 20:00 hrs

Exposición del 12 de Noviembre al 9 de Diciembre de 2010

“El jardín de la buena dicha”.

Intervención en la plaza M ª Soledad Torres de Acosta (Plaza de los Luna) de Madrid para “La Noche en Blanco” del 11.09.10

El paisaje aparece en virtud de la experiencia humana en un entorno. Su fisonomía se configura a través de un proceso constante en el que vamos entretejiendo estructuras y significados.

Como en un mapa en que se marcaran maravillas, peligros e ignorancias con figuras fantásticas, las intervenciones artísticas de Santiago Morilla dibujan un territorio que va más allá del mero accidente geográfico. En ellas se pone de manifiesto un contexto plagado de referencias, capaz de desencadenar el pensamiento. El extrañamiento estético hace aflorar así, de un modo contundente e inmediato, una parte del potencial significativo y emocional de una estructura cotidiana.

En las dos intervenciones que aquí nos ocupan, Santiago Morilla ha trabajado partir de una reflexión profunda acerca de la experiencia en su entorno más cercano. De ahí surgieron unas propuestas que suponen el intento de hacer comunicable la complejidad de dicha reflexión en el ámbito mismo que desencadenó el pensamiento.

Los bailes de estorninos en los atardeceres de otoño, las prédicas de San Francisco a los pájaros, San Pedro muriendo cabeza abajo en el Gianicolo y una terraza que nadie utilizaba en la Real Academia de España en Roma produjeron El accidente de la pintura. En una ciudad que canta el triunfo de la fe y de la historia en cada esquina, el fracaso temporal de lo humano se precipita con la aceleración de la gravedad. El suelo se cierra para engullir al pelele que nadie ha querido salvar. Papageno e Ícaro se ahogan en sangre y nos recuerdan que esta colina también está hecha de cadáveres. Pero, cuidado, porque poder ver directamente el cuerpo, sin mediación, sin tecnología, sin red, implica acercarse al lugar prohibido, encaramarse a la terraza, volar junto al sol; en definitiva, colocarse en un lugar propicio al salto. Estar a un paso de la caída y de la salvación. A un paso de caer en la tentación.

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