miércoles, 14 de enero de 2009

Alberto Díaz, Korda

El Korda menos conocido
Hasta el 25 de enero

©®Korda

200 fotografías, en su mayoría inéditas, componen la muestra del autor de la más mítica imagen del Che: Alberto Korda. Con Conocido Desconocido que podrá visitarse desde el 12 de diciembre hasta el 25 de enero, Casa de América repasa la historia entre 1956 y 1968 en las imágenes de un cubano que retrató mucho más que la Revolución.

La comisaria de esta exposición, Cristina Vives, inaugurará la muestra fotográfica el jueves 11 de diciembre. Para ella, estas imágenes que son en su mayoría inéditas o vistas por primera vez a negativo completo, “recorren la Historia y excluyen intencionadamente aquellas tan conocidas que se han convertido ya en lugares comunes al hablar de su obra”.

Liberar al fotógrafo cubano de la mundialmente famosa imagen del “Che”, es casi un imposible, pero sí ampliar su registro acercando fotografías seleccionadas entre miles de fotogramas de Korda, así como archivos personales de multitud amigos y también de colaboradores.

Korda, Conocido Desconocido es una exposición basada en el libro del mismo nombre en el que las imágenes, al igual que en la exposición, se aglutinan en torno a cinco secciones temáticas: Studios Korda, los líderes, el pueblo, la mujer y el mar.

©®Korda

Korda y el mundo de los corales

Pocos conocen que Alberto Díaz, Korda, autor de la foto del Che que ha dado la vuelta al mundo y llegado a constituir un símbolo de protesta universal, identificándose con las ambiciones y sueños de la juventud en todas partes, fue responsable de fotografía subacuática en el Instituto de Oceanología de la Academia de Ciencias de Cuba hacia fines de los años 60.

Menos aún saben que estuvo a punto de perecer en las fauces de un tiburón blanco cuando a penas le quedaban cinco minutos de aire comprimido en el aqualung. "Es la única vez que sentí miedo porque ya llevaba cerca de media hora a la entrada de una cueva y el mako intentaba penetrar cada vez que me movía", comentó.

Coincidimos en muchas actividades públicas y llegamos a tener amistad mutua porque admiraba su inclinación por la aventura, su amor por los carros deportivos, su pasión por la composición y el diseño, y su indeclinable atracción por las mujeres como expresión suma del arte. Lo estimaba también, sobre todo, por su audacia y honestidad, por su sentido ético de la vida, que defendió siempre con gran valor y sin temor a las consecuencias. La lealtad a toda prueba fue también una de sus características.

Yo ignoraba que el haberle acompañado a investigar un pecio del siglo XIX cerca de la ensenada de "María La Gorda" en la península de Guanahacabibes, Pinar del Río, una de las pocas zonas naturales y reservadas del país, me traería como premio la oportunidad única de presenciar en su habitat y en todo su esplendor la vida secreta de los corales cubanos.

Como los cuadros impresionistas

Korda me contó que estaba participando en un proyecto científico que tenía como objetivo elaborar un atlas de los corales cubanos, el cual tardaría unos cuatro años, bajo la dirección del Dr. Vasily Slatarski, director de Sistemática de la Academia de Ciencias de Bulgaria. Se trataba de un bojeo a la Isla, sólo que debía hacerse en forma exhaustiva y bajo el agua. Cuba sería el primer país del Tercer Mundo, quizá incluidos países desarrollados, en contar con un conocimiento completo de carácter científico de la vida de los arrecifes tropicales. Y todavía la Academia de Ciencias de Cuba estaba en proceso de formación.
El primer problema surgió por contradicciones sobre la creatividad y el sentido de la plástica. El investigador búlgaro exigía atenerse estrictamente a las reglas técnicas del trabajo científico, el cual consistía en fotografiar los corales en blanco y negro dentro de ciertos parámetros rigurosamente establecidos.

Korda, por su parte había hecho una cuestión de principios que se le permitiera, además, retratar cada ejemplar en diapositiva a color, acorde a una composición variable determinada por un formato artístico. Era doble trabajo, pero Korda estaba dispuesto a asumir el esfuerzo, cosa que no entendía ni el Instituto ni el técnico extranjero, que al fin aceptaron la transacción ante la alternativa de buscar otro fotógrafo para el proyecto.

El punto crucial era que ante la luz del flash el coral, que es un cuerpo vivo, produce una inverosímil explosión de colores puros, sólo comparables a las pinturas de los impresionistas franceses, en particular Van Gogh y Gauguin. Esto daba a cada coral la categoría de una obra plástica de valor único y formato exclusivo. Allí estaban el rojo, el verde, el azul, el amarillo intensísimos como no podían hallarse en la paleta de un enamorado del color absoluto.

El sentido de la belleza

Korda era un artista y ejercía el concepto de la belleza sin límites impuestos por un metier determinado. Sabía de modelaje, color, forma y expresividad. Pero sobre todo, sentía la expresión y la impresión del arte en cualquiera de sus formas, y lo asimilaba como filosofía y conocimiento. En él se reunían Rodin y Courbet, los grandes fotógrafos de mediados del siglo XX, arquitectos como Le Corbusier y Alvar Aalto y hombres sensibles con voluntad de hierro como el Che y Fidel. Tenía olfato para la grandeza y la armonía suprema del ser.

Ser como fue le llevó a realizar más de 10 000 diapositivas a pleno color, que muy pocos han visto, pero que quedan como un patrimonio inapreciable de la capacidad de Korda para hacer arte en la plataforma submarina de Cuba, como estamos seguros de que no existe en ninguna otra parte del mundo. Lo que no implica que haya dejado de cumplir su deber como técnico y científico de rango internacional. Esta obra fabulosa y única podría formar parte de la decoración de nuestros grandes hoteles, de nuestras embajadas y de un museo expresamente dedicado a revelar las maravillas del mar cubano por uno de los cubanos más famoso de nuestra época.

Autor: Enrique González-Manet
Fuente: CUBARTE

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