jueves, 24 de septiembre de 2009

Mira que lindas

Del 22 de septiembre al 25 de octubre de 2009.



M. TAKARA Ocupado como gado com nada para fazer (2008) - Desmonta Records - Foto: Eloy Figueiredo - Diseño: Luciano Valério – Abiuro (Brasil) Exposición ¡Mira qué lindas! Festival Vivamérica 2009.

Portadas de discos iberoamericanos propone un recorrido visual del diseño gráfico latinoamericano a través de las portadas de álbumes de pop rock de todos los tiempos. El planteamiento de esta muestra pretende escapar de tópicos y encasillamientos al estilo de “las mejores portadas” o “los mejores discos”; para ello los criterios de selección se establecieron a partir de distintos conceptos gráficos. Como resultado se han obtenido portadas de retratos y basadas en producciones fotográficas. Otras muestran collages e ilustraciones. Y, como no, también encontramos la presencia de la portada puramente tipográfica. A toda esta selección se suman originales ejes temáticos que ofrecen, por ejemplo, portadas con coches o animales, otras donde impera la seducción y en muchas otras el corazón, con múltiples aplicaciones, es el elemento gráfico protagonista.

Acompañando a la muestra se crea un “túnel del tiempo”, un viaje gráfico que comienza en los años 60 y que acaba en los 90 y en el cual se muestra como las estéticas características de las distintas épocas dejaron su huella en las portadas del rock en Latinoamérica.
El conjunto de la muestra es un bombardeo visual sin precedentes que cuenta con textos de apoyo que sirven para conceptualizar la puesta en escena. Esta exposición muchos de ellos desconocidos por estos lares.

La muestra incluye más de 250 reproducciones de portadas -en distintos tamaños- de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
La selección y coordinación de este proyecto corre a cargo de Zona de Obras, revista y colectivo de trabajo especializado en temas relacionados con la música y la cultura iberoamericana. Los textos de apoyo son obra de ZdeO y de Gabriel Peveroni, escritor.

Un disco sin portada –o tapa, o carátula, o como quiera que le llamen- es menos seductor que un libro fotocopiado. Está incompleto. Es otra cosa. Es un objeto mutilado. Música e imagen están estrechamente ligadas en la cultura pop, tanto que los bocetos del diseñador de una portada suelen llevar a bizantinas discusiones entre músicos, managers, productores y todos los que están alrededor.

Los discos se escuchan, y esa es su cualidad principal. Pero el disfrute se potencia cuando se miran y se tocan. Al contrario que el arte que se exhibe en museos y galerías, el diseño de portadas tiene ese atributo especial que lo hace estar en relación íntima con el consumidor del hecho artístico. Se lo puede tocar, usar y hasta intervenir. En los mejores casos es bastante más que un mediador, que un simple apoyo visual, pasando a ser parte imprescindible de la experiencia sonora, sumándole una magia extra con apenas una imagen congelada en un cuadrado de 12 x 12, que en los tiempos de gloria del vinilo fueron de 31 x 31.

Es así que los mayores mitos de la historia del rock continúan vivos en portadas que continúan sorprendiendo desde la primera vez que alguien las miró, las tocó y rozó con la punta de los dedos; desde la primera vez que sintió la particular suavidad del cartón barnizado y el inconfundible olor de la tinta aún fresca. Paul, John, George y Ringo siempre cruzan, en presente, la calle Abbey Road. La lengua Rolling Stone, tan roja y perversa, define la eterna adolescencia.

La iconografía del rock latinoamericano corre en paralelo a las grandes corrientes del diseño gráfico y el arte de portadas anglosajón: las mil y una formas de fotografiar a una banda de rock y ponerla en una tapa, la relación entre la sicodelia y el recurso de la ilustración, temas habituales como los coches o los corazones o los paisajes urbanos; o bien tendencias más actuales como la búsqueda constante de una fuerte originalidad objetual a medida que el formato CD ingresa en una crisis dicen que terminal. Pero también tiene su propio camino, su propia mitología, conformando una identidad que está íntimamente relacionada con el desarrollo de una movida musical de una riqueza y diversidad sorprendentes.

El hito que significó la portada del álbum debut del grupo argentino Almendra, cuando Luis Alberto Spinetta dibujó y coloreó la tapa desafiando el tradicional y conservador esquema de las compañías discográficas, marca un posible punto de partida de una identidad gráfica propia del rock de la región. Experiencias similares desarrollaban Secos & Molhados en Brasil, Los Jaivas en Chile, Totem y Psiglo en Uruguay. Los primeros años 70. La sicodelia. El rock progresivo. El orgullo del primer rock latino. Pero también las dictaduras militares, la resistencia juvenil, los blue-jeans, las drogas, las posteriores aperturas democráticas, luego el jolgorio ochentero, el tiempo que transcurre en bandas que florecen y se desarman, en nuevas generaciones que reinventan el rock y su iconografía, hasta llegar a los colores y tipografías actuales, a una creatividad de alto nivel en cualquiera de las principales ciudades latinoamericanas: Santiago, Buenos Aires, México DF, Saõ Paulo, Bogotá, Caracas, Montevideo.

El argentino Juan Gatti, diseñador gráfico de la movida madrileña y del mismísimo Pedro Almodovar, ilustró antes de radicarse en España portadas de discos de Pescado Rabioso y Sui Generis, entre muchos otros. Es uno de los pioneros, de los nombres clásicos. Dice que los diseñadores europeos «lo tienen todo tan fácil que les resulta complicado innovar».

Asegura, como contrapartida, que «los diseños más interesantes están surgiendo en estos momentos en los países latinoamericanos. En México, en Brasil, en Argentina».

Bienvenidos entonces al color latino, a este circo beat ilustrado en el que son superlativos los diseños del venezolano Masa para Los Amigos Invisibles y otras bandas de su país. El estilo glam inconfundible de Alejandro Ros en discos de las bandas argentinas Babasónicos, Miranda! y antes Soda Stéreo, pero también fuera de fronteras con Esquemas juveniles de la chilena Javiera Mena y el sorprendente Sí de la mexicana Julieta Venegas. El toque indie de Carlos Amorales al frente del arte del sello mexicano Nuevos Ricos. El talento del colectivo uruguayo Land al servicio de El Cuarteto de Nos y Jorge Drexler. Destaque aparte merece el viaje expresivo de Ruben Albarrán y Quique Rangel, integrantes de Cafe Tacuba pero también diseñadores de los discos de su banda y de otros artistas mexicanos.

Estos son algunos de los centenares de diseñadores y artistas que buscan actualmente hacer la mejor tapa. Los nombres se han multiplicado desde que las computadoras revolucionaron el diseño gráfico.
No olvidamos a los viejos héroes: desde las audacias lisérgicas de Gatti hasta los legendarios trabajos de Rocambole para cada una de las portadas de los discos de los platenses Redondos de Ricota, con el gran destaque de Oktubre.
Nadie puede asegurar que el disco como formato siga existiendo en apenas cinco años. Está herido de muerte. Lo más probable es que los discos, en versión física, se vean reducidos a partidas limitadas que no harán más que radicalizar la relación íntima con el objeto.
El arte de portada clásico posiblemente se siga extendiendo a cada vez más originales digipacks –confirmando la tendencia actual antiplástico, que busca acercarse a la sensación de la obra única y personal–. Tan cerca y tan lejos de la impronta sicodélica y artie de la dupla Spinetta- Gatti en Almendra, llevada a un extremo luego en la deforme carátula de Artaud de Pescado Rabioso, está el contemporáneo lanzamiento en Uruguay del disco Dramática, del cantante Dani Umpi, que incluye un collage de portada confeccionado y pegado a mano por el propio artista. Todos los ejemplares son diferentes, únicos. Paradojas de la posmodernidad: la grafía busca la individualidad extrema, el toque exclusivo.
El diseño de portadas se ha vuelto una tarea vertiginosa, desafiante, acompañando desde el vamos a la revolución myspace y también a los cambios provocados por el formato mp3. Los programas de reproducción digital no prescinden de la imagen: la incluyen y multiplican en su formato cuadrado, heredado del arquetípico disco. También están los flyers, pero son otra historia. El único contratiempo es que los discos virtuales se miran y no se tocan, lo que hace presagiar que –al igual que el libro- el disco como objeto sobreviva, aunque en una dimensión de culto, casi fetichista.
Esta exposición –ideada y coordinada por la factoría Zona de Obras, responsable de varias portadas del maestro Andrés Calamaro y una larga lista de artistas iberoamericanos- es un homenaje al disco, a su condición de ser escuchado, mirado... y tocado. Propone un recorrido visual por el diseño gráfico latinoamericano a través de las portadas de más de 450 álbumes de rock, históricos y contemporáneos. Una aventura visual bien lejos de la tontería de las listas y los rankings, aunque dan ganas de armar una lista propia. Música para mirar, plena de colores y sugerentes sorpresas que demuestran que el diseño gráfico goza de excelente salud en la región. Música visual compuesta por varias generaciones de diseñadores, fotógrafos e ilustradores que también son arte y parte del rock en nuestro idioma.

En esta exposición existe un «túnel del tiempo» que nos lleva de los pioneros rockers y mods de los sixties latinoamericanos hasta finales de los 80, del beat de los montevideanos Shakers y los peruanos Saicos hasta la aparición del pop-rock de bandas como Virus, Soda Stereo o Los Abuelos de la Nada en Argentina.

Otras secciones de la muestra proponen miradas lúdicas que se construyen desde caprichos temáticos: coches, animales, erotismo y corazones son algunos de los motivos recurrentes en el arte de portadas de rock. La propuesta es aturdirse de imágenes, pero sobretodo divertirse y comprobar que detrás de cada carátula se esconden varias de las mejores canciones del rock en nuestro idioma.

CASA DE AMÉRICA – Sala Frida. Calle Marqués del Duero, 2. Madrid.

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